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Jorge Eslava Cobos 2/10/2020 12:00:07 PM 12 min read

Aprender en los tiempos de la pandemia

Los niños aprenden sí o sí.  Y lo hacen porque sus cerebros están biológicamente preprogramados para aprender. En neurociencias llamamos a eso “plasticidad neuronal” y sabemos bien que es irrenunciable. Cosa distinta es que se aprenda bien; cuando decimos que “no aprendió”, en realidad estamos describiendo que “se aprendió mal”. A ese aprendizaje irrenunciable que se hace en los contextos cotidianos lo llamamos “aprendizaje fisiológico” y ocurre porque el cerebro “asimila” las experiencias cotidianas y con ella construye esos aprendizajes. Así aprendimos a caminar, a hablar, a montar en bicicleta, a ser hincha de tal o cual equipo, a adorar o detestar tal alimento o a tal persona o tal actividad o tal pieza musical… Desde la mirada pedagógica nos referimos a ellos con el apelativo de “aprendizajes implícitos”.En algún momento esos aprendizajes implícitos devienen en explícitos cuando la escuela los sistematiza, los regula y los programa. Hablamos entonces de “aprendizajes pedagógicos” y entendemos que reposan sobre cuatro pilares:

a) Arquitectura afectivo-emocional.

b) Dispositivos básicos: sensopercepción, motivación, atención, memoria.

c) Equilibrio entre factores de excitación / inhibición (neurodinámica)

d) Funciones cerebrales superiores: Lenguaje, Saber Hacer (Funciones Ejecutivas), Movimiento (Praxias), Elaboración Superior del Sensorio (Gnosias).


…Y entonces llegó la pandemia…

…e introdujo una gran cantidad de variaciones a la manera como los elementos arriba mencionados engranaban en el complejo proceso de los aprendizajes. Veamos algunos:

A)  Aprendizajes implícitos: ¿Cómo es una clase (y más adelante una actividad laboral) virtual? ¿Cuáles son los rituales, las costumbres, las normas de urbanidad propios de esa actividad? ¿Cómo personalizo mi computador, mis espacios, mis tiempos, mi actitud y mis rutinas para conseguir la mayor satisfacción y eficiencia en esa actividad virtual? ¿Cómo socializo en el mundo virtual? La respuesta a estas – y muchas otras -  preguntas no es por supuesto, por la negativa. Son y serán, las respuestas de un nuevo mundo; de una manera distinta de habitar el mundo. Pero deben ser enfrentadas y tramitadas con espíritu abierto y, por supuesto, innovador. 

B) Arquitectura afectivo-emocional: ¿Cómo tramito mis amistades, enemistades y amoríos en el enclaustramiento y luego en la “nueva normalidad”? ¿Qué hago con mi tristeza, mi angustia, mi temor, mi soledad, mi desesperanza – y del otro lado – mis ilusiones, mis sueños, mis proyectos, mis aficiones? ¿En la alteridad desde el confinamiento, cómo le expreso al otro todo esto que tengo adentro y cómo indago por lo que está dentro de él o ella? También aquí se requiere un espíritu abierto y, por supuesto, innovador. 

C) Atención y memoria: Las actividades asincrónicas ofrecen un bálsamo respecto de la presencialidad en la medida en que permiten repasar la actividad a voluntad sin estar sujeto a la fragilidad de la memoria o la atención. Las actividades sincrónicas por el contrario suponen una mayor dificultad desde estas perspectivas en la medida en que desaparecen las claves sutiles que el entorno en general y el lenguaje corporal del interlocutor – en la presencialidad – ofrecen, y que refuerzan  el sentido y la potencia de su mensaje. 

D) Motivación: Es bien conocida la fascinación de los humanos (incluyendo a los niños) por las pantallas y lo que ellas esconden. Y quienes las diseñan y administran deben saberlo para capitalizar sobre ello. Sin embargo cuando lo que sale de ellas deja de ser un juego para trocarse en obligación (en especial si esa obligación “goza” del disgusto o la aversión del niño), o cuando la interacción con la pantalla no ofrece la gratificación que se presupuso, esa atracción puede trocarse en repulsión. Con un agravante: no existe ya en ese contexto de la virtualidad la herramienta que “desde siempre” le permitió a la escuela tramitar esa situación de falta de motivación a la que nunca fue ajena: el poder del maestro. Sin la presencia física que permite la presencialidad, ese poder se diluye y el éxito de todo el proceso pasa a depender de la motivación, bien primaria o secundaria. Cuanto más pequeño el niño – y por ello con menor habilidad para vislumbrar objetivos lejanos y/o imponderables – peor esta situación. Todo lo anterior conduce a entender que LA AUTONOMÍA será un sello central en los aprendizajes de la pandemia y la post-pandemia… ¡para bien y para mal!

E) Neurodinámica: El delicado equilibrio entre excitación e inhibición que subyace a toda la actividad cognitiva depende de la dosis apropiada de estimulación (en magnitud, tempo y “diseño”) con la que es ofrecida al sujeto. Puede ocurrir en cualquier contexto – pero en la virtualidad ese riesgo es mayor – que se torne monótona y en ese momento el sujeto puede “desconectarse” y de allí en adelante, para efectos prácticos, “ya no está ahí” (¡y nadie se da cuenta!). Por el otro lado, existe la posibilidad de que – en ausencia de alguien físico allí que le ayude a tramitar sus dificultades – un alumno ingrese a un “laberinto cognitivo” que lo va hundiendo cada vez más en la confusión, la ansiedad y la agresión y termine por “bloquearlo” cuando esa inercia de la excitación termine induciendo una actividad inhibitoria intensa. 

F) Lenguaje: En la presencialidad, en el aula, se privilegia el lenguaje verbal. En la virtualidad esa posibilidad se adelgaza de manera muy intensa pues el mundo virtual tramita muy ineficientemente los discursos simultáneos. Ello lleva a acortar (a veces mutilar) de manera drástica la expresión verbal y/o a reemplazarla por la expresión escrita (y ello dentro de ese invento contemporáneo del “chat” que obliga al simplismo extremo). Como consecuencia, veremos florecer habilidades maravillosas de síntesis, resumen y concreción… pero también podemos perder mucho de la riqueza semántica que un amplio lenguaje explayado permitía. Resta por ver cual será el resultado de esa ecuación final. 

G) Funciones ejecutivas: Son probablemente el principal reto del mundo virtual. En esa búsqueda del “saber hacer”, las herramientas, dispositivos, ayudas, ventanas, apps, etc., del mundo virtual ofrecen sin duda un arsenal maravilloso que permita organizar, sistematizar, “recordar””, sincronizar, etc, los diferentes elementos del “paso a paso” de los procesos. Si el alumno privilegia esa vía (y si el maestro tiene los recursos y la habilidad para guiarlo por ella) no cabe duda que este nuevo mundo guarda para nuestros niños un tesoro invaluable. Si por el contrario, la ignorancia, impericia, pereza o negligencia del maestro no conduce al alumno por esos caminos, el mundo virtual puede convertirse en uno de los peores escenarios del analfabetismo cultural y práctico. 

H) Praxias: Son las grandes damnificadas del mundo virtual. La praxia se define como “la organización propositiva del movimiento”. Ello exige un maestro dedicado y atento, un alumno perseverante e interesado y un entorno físico que invite a esa acción. Esa conjunción de elementos difícilmente se verá en el mundo virtual. Por esa razón Praxias tales como caligrafía, origami, bordado, moldeado de figuras en plastilina o arcilla, e incluso la tradicional “educación física” - que ocuparon un sitio destacado en la escolaridad tradicional – probablemente deban resignarse a un marchitamiento severo o incluso a la desaparición. 

I) Gnosias: La gnosia se define como “el reconocimiento de referentes concretos”.  El mundo virtual ofrece una gama de planos de realidad que van más allá de lo que clásicamente era asequible a los sentidos (p. ej “minecraft”) que probablemente nos lleve a una redefinición de lo que solíamos entender por “la realidad”. En ese trabajo de pioneros, el maestro interesado y curioso tendrá un muy interesante papel de guía que permita aventurarse por senderos fascinantes sin por ello perderse en terrenos yermos y estériles.


Etc., etc.,etc...

Parece esta la única forma de terminar este escrito pues entre más se profundiza en los cambios que ha introducido el mundo de la pandemia, más se encuentran aristas inesperadas y filones que esperan expectantes. El tiempo dirá cuántos de estos cambios fueron espejismos transitorios y cuantos fueron nuevos derroteros para la humanidad.


Bogotá, en el séptimo mes de la pandemia.